Anteayer se votó en la Asamblea General de la ONU una resolución sobre procesos de reestructuración de deuda soberana. Este tipo de resoluciones de la ONU no son vinculantes para los Estados, así que tienen un valor moral, más que otra cosa.
Los 9 principios que se votaban se resumen en uno: en procesos de reestructuración de deuda, debe predominar la soberanía de los estados, y no el criterio económico de los que han prestado el dinero. Algo así como, «Déjame que yo organice mi país para ver cómo y cuándo puedo pagarte, y no vengas a decirme cómo tengo que gobernar para devolverte lo que te debo».
Y es que en los últimos años, casos como el de Argentina o el de Grecia han venido a demostrar que los estados son soberanos, pero que los fondos que les han prestado dinero son más soberanos todavía, y tienen mecanismos para someter a sus deudores, especialmente cuando pasan a la categoría de morosos.
La votación dejó pocas sorpresas. El bloque de los países en vías de desarrollo (el G77), Rusia, China… votaron a favor, hasta sumar 136 votos. En contra, votaron 6: Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Alemania, Israel y Canadá. El resto de países desarrollados (41) se abstuvieron. Con excepción de España, que votó a favor, aunque luego explicó que realmente quería abstenerse («Mariano, soy Ángela. Sí, que tu chico en la ONU se ha vuelto a equivocar de botón. Ya va el mío a explicarle. A ver si estamos más atentos, Mariano»).
Y eso que varios economistas prestigiosos (Piketty, Galbraith, Mazzucato…) y también Yanis Varoufakis (no estoy seguro que encaje en la categoría anterior) escribieron una carta a The Guardian en el que pedían que Europa se posicionara a favor de estos principios de respeto a la soberanía de los países. Pero Europa no les hizo demasiado caso, y prefirió escuchar a los economistas de la Troika.
Y es que en Europa preferimos que, cuando la deuda apriete, nos gobierne la Troika, y no nuestros gobiernos soberanos, en los que no tenemos excesiva confianza. Sin embargo, los países en vías de desarrollo no les convence eso de que el FMI, OCDE &friends lleguen y les intervengan (más todavía) sus políticas, quizá porque a lo largo de varias décadas han generado una cierta desconfianza sobre las auténticas intenciones del capitalismo global en relación con la prosperidad de sus países.
Me ha llamado la atención el bloque de los 6 países que tienen claro que prefieren perder soberanía para que sus acreedores puedan cobrar: USA, Alemania, UK… Como no son países sospechosos de ser despistados con su soberanía, deduzco que son, precisamente, los que controlan los mecanismos de intervención y por lo tanto, les inquieta muy poco que esa posibilidad pueda llegar a darse. Es bueno saber estas cosas.
Este es el mundo que viene, cada vez más complejo. La verdadera soberanía nos vendrá de generar un proyecto de país que haga sostenible nuestro estado de bienestar. Un proyecto económico y social sostenible, que no estoy seguro que ahora tengamos…
Y por si eres de los que piensan que lo que ocurre en la ONU, en la UNESCO y el resto de organismos multilaterales no tiene demasiada importancia, te dejo el mapa del mundo, en el que queda marcado el bloque de países del G77 (que en realidad son 134). Piensa dos veces.
Leyendo toca ver la botella medio vacía. Quizá por eso conviene insistir en que hay otros modelos y que tenemos que desarrollarlos. Lo que ocurre con los grandes y poderosos siempre es sencillo de entender: quieren que las cosas sigan como están. Ni más ni menos. Voy a tomarme la pastilla rosa del optimismo con un poco de agua, que hay mucho por hacer.
Efectivamente Julen, esa es la reflexión que me parece más relevante. Esa, y que es mejor vivir sin deudas, que luego los acreedores tienen ,la mala costumbre de querer cobrar ; )
Mi punto de vista varía ligeramente. El bloque de los 6 no lo es porque tienen la misma concepción de soberanía, sino porque su soberanía es la de los propietarios de fondos a los que les adeudan los otros. La soberanía de los 6 les sirve, no al contrario. Si los 6 tuvieran un ataque de soberanía CONTRA los fondos, otro gallo cantaría. Pero no es de esperar.
Una cosa es cantar y otra laborar. Mientras esos fondos sigan engordando y haciendo lo que su dinero les permite, de forma legal faltaría más, seguiremos así hasta estrellarnos.
La revolución francesa, y las demás, lo experimentaron antes.