El tiempo que nos queda por vivir

Este pasado jueves, entre reunión y reunión, charlaba con uno de mis amigos y el mejor maestro que he encontrado en este universo de la I+D+i. Hablábamos de si veríamos cumplido antes de jubilarnos un sueño que él y yo tenemos desde hace muchos años y en el que venimos trabajando. Ahora nos está tocando esperar, o más exactamente, mantener la esperanza.

Él no sabía que yo había brindado precisamente por ello la víspera, como todos los años, en la fecha en que el hielo quebró el casco del Endurance. Ya os conté que celebro este día todos los años para no se me olvide que el invierno en una isla helada es más llevadero si recuerdas de dónde vienes, a dónde quieres llegar, y que las personas que te acompañan son más importantes que el viaje (by the way,  sois una pandilla de desaboríos y malajes, que nadie ha tenido el detalle de venir a celebrarlo este año conmigo, no sé para qué os cuento estas cosas si luego no las hacéis caso).

Se lo comentaba esta mañana a mis abuelos, en la visita que les hago cada año por estas fechas. Me lo agradecen, a su estilo callado, que ninguno de ellos hablaba mucho, tampoco en vida. Tuve la fortuna de compartir con ellos muchos silencios, con uno andando por el monte, con el otro resolviendo sus acertijos imposibles (en el tiempo he llegado a entender que la vida no se diferencia mucho de andar por el monte o de resolver un acertijo imposible). Así que no me cuesta acercarme de vez en cuando a volver a darles las gracias, a disfrutar de sus silencios, que se me han quedado por dentro y me van haciendo compañía.

Tenía ganas de acercarme a charlar con ellos del último año. Contarles lo de mis viajes, que he vuelto a subir a Hiru Errege y que volví a perderme cuando subía. Que me voy haciendo viejo y he tenido que ponerme gafas para leer y para trabajar con el ordenador (me ha fastidiado bastante). Que en primavera vi amanecer en Florencia, y que hace unas semanas estuve paseando en Cambridge bajo un cielo lleno de estrellas. Que su biznieto quiere ser cetrero, y su biznieta me acompaña por el monte, y resuelve los acertijos mejor que yo. Todas las cosas nuevas que he aprendido, las amistades que he forjado, los libros que he leído.

Hablarles también de mis lentos progresos con el aprendizaje del euskara, la lengua que ellos vieron utilizar a sus abuelos en Ataun y en Dima, y que decidieron no utilizar conmigo. En el tiempo he llegado a entender sus razones, no muy distintas a las que el año pasado por estas fechas me llevaron a mí a empezar a aprenderlo. Les pareció bien cuando se lo conté.

Me han escuchado con interés cuando he vuelto a contarles mis batallas contra la globalización que nos arranca las raíces, contra los que quieren arrancarnos las alas para que nos arrastre el viento. Y se han sonreido cuando les he contado que he vuelto a las aulas y que he vuelto también a las cuentas de resultados, y que sigo enredado en la RVCTI (como su propio nombre indica). Era una de mis abuelas la que me solía llamar culo inquieto y es evidente que hay cosas que el tiempo no arregla. Con ellas también he hablado, de una cosa y otra, como cuando me sentaba y las veía trabajar (era difícil verlas haciendo otra cosa).

Luego he limpiado las hojas secas que elotoño había dejado en la losa y, recordando algún consejo reciente, me he llevado una conmigo, por si era una carta que me mandaban mis abuelos, que ha conseguido colarse por entre esos barrotes que ahora nos separan. Al llegar a casa, la he dejado a terminar de secar entre las páginas del libro en el que voy guardando algunas flores y hojas que voy recogiendo aquí y allá (esta costumbre es más herencia de mi ama, igual que el libro donde las guardo).

Y he venido después a escribir aquí estas líneas, que quizá sirvan para contestar alguna de las preguntas que dejaba Paul en su excelente primera parte del post ¿Por qué bloggeamos? (un verbo interesante, bloggear, como el unfollowear que me explicaba ayer JonAgirresarobe, en uno de sus siempre interesantes twitts, que comparto plenamente con él).

Yo bloggeo básicamente por el mismo motivo por el que me acerco por estas fechas a visitar a mis abuelos. Para no olvidarme que, como decía Gabriel Marcel, la esperanza es como una memoria que tenemos del futuro, y que si la perdemos, el invierno en este bloque de hielo no merecerá demasiado la pena.

hope memory future

Así es que, adiskide, no tengo duda que veremos nuestro sueño cumplido, antes de que tú te jubiles, algo que me parece por fortuna bastante más imposible que ver cumplido nuestro sueño ; ). Yo también tengo otro sueño para antes de jubilarme, y es que Euskadi en 2030 sea EL referente europeo en innovación (ese año cumpliré los 65, así que me quedará un rato para poder dejar de trabajar, como a ti).  Moriremos como Ulises, navegando por estos mares (Tiresias no arriesgó demasiado en esa profecía, la verdad, sería por compensar lo que arriesgó en la otra ; )).

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Bonus Track 1

El libro en el que seco las hojas es un tomo con la «Obra Escojida» de Rabindranaz Tagore (Zenobia Camprubí tenía esta manía de las jotas, que se le perdona fácil porque sus traducciones son mucho mejores que el resto, quizá porque las hacía con la ayuda de su esposo). Pertenece a una colección de Premios Nobel (Tagore lo fue en 1913, el primer Nobel de Literatura no europeo, el primero que no era ya un escritor consagrado). Tiene una introducción epistolar de Ortega y Gasset (cartas que escribe a Zenobia Camprubí, publicadas en su columna de El Sol) y un epílogo de Juan Ramón Jiménez. Una lectura recomendable, vamos.

He dejado a secar la hoja en la página 168, en la que empieza el verso 68 de «El Jardinero», con algunos consejos interesantes para el tiempo que me queda por vivir, que os dejo por aquí por si os sirven.

Nadie es eterno, hermano, y nada pervive. Recuerda esto, y alégrate.

No es nuestra vida la sola carga añosa, nuestro sendero no es el único camino largo. Ningún poeta tiene el deber de cantar la antigua canción. La flor se marchita y muere; pero el que la lleva no ha de llorarla siempre…
Hermano, recuerda esto, y alégrate.

Llegará un silencio absoluto y la música será, entonces, perfecta. Decae la vida hacia poniente para ahogarse en sombras doradas. El amor ha de ser llamado de su juego, a que beba penas y suba al cielo de los llantos…
Hermano, recuerda esto, y alégrate.

Cojamos, volando, nuestras flores, no las robe el viento pasajero. Nuestra sangre se enciende y se avivan nuestros ojos robando besos que se mustiarían si los olvidáramos. Avidez es nuestra vida y pujanza nuestro deseo, porque el tiempo está tocando a muerto.
Hermano, recuerda esto, y alégrate.

No podemos, en un punto, abrazar las cosas, hacerlas pedazos y echarlas al polvo. Las horas pasan lijeras, con los sueños bajo el manto. La vida, sin fin para el trabajo y el hastío, sólo nos da un día para el amor.
Hermano, recuerda esto, y alégrate.

La belleza nos es dulce porque el ritmo voluble de su danza es el de nuestras vidas. La sabiduría nos es cara porque no tenemos tiempo de completarla. En lo eterno todo está hecho y concluido, pero las flores de la ilusión terrena son eternamente frescas, gracias a la muerte.
Hermano, recuerda esto, y alégrate.

India

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Bonus Track 2

Fue en Florencia donde me contaron la profecía de Tiresias a Ulises (que no moriría en Itaca, sino en el mar). Y me dejaron también la pista de una preciosa poesía de Tennison al respecto, que es tan apropiada para esta fecha como los versos de Tagore. De ésta os dejo sólo el final, que también viene a hablar de estas cosas,

We are not now that strength which in old days
Moved earth and heaven, that which we are, we are;
One equal temper of heroic hearts,
Made weak by time and fate, but strong in will
To strive, to seek, to find, and not to yield.

El resto, ya lo encontraréis por ahí.

2 pensamientos en “El tiempo que nos queda por vivir

  1. Me ha encantado tu reflexión. Es la primera vez que me extiendo tanto leyendo opiniones y sobre todo reflexiones. Muchas gracias por compartirlas.

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