Tenía ayer el post escrito y no pude acabar de hablar, porque ETA otra vez nos ha arrancado una voz en este país en el que estamos tan necesitados de todas la voces, de todas las miradas, de todos los brazos…
Esta tarde volveré a salir con la pancarta a la calle. Como nos recuerda Gesto por la Paz: «No es momento de realizar otras valoraciones. Hoy sólo cabe condenar sin ningún tipo de contemplaciones el asesinato de un ser humano y manifestar nuestra profunda solidaridad con la familia de Eduardo Pueyes y con todos sus compañeros de trabajo y amigos. Esa será la mejor manera de deslegitimar el terrorismo de ETA».
Que nuestros pensamientos hoy les acompañen. Toda nuestra solidaridad también con tantas personas que están en la primera fila, mirando a los ojos de esta locura que nos acompaña, viviendo con el recuerdo de los seres queridos arrebatados, viviendo día a día en la cárcel, en el corredor de la muerte en el que ETA está intentando convertir nuestro país…
Algún día, como nos contaba Miguel Hernández, las paredes de esta cárcel volarán.
Las Cárceles
Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,
van por la tenebrosa vía de los juzgados:
buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,
lo absorben, se lo tragan.
No se ve, no se escucha la pena de metal,
el sollozo del hierro que atropellan y escupen:
el llanto de la espada puesta sobre los jueces
de cemento fangoso.
Allí, bajo la cárcel, la fábrica del llanto,
el telar de la lágrima que no ha de ser estéril,
el casco de los odios y de las esperanzas,
fabrican, tejen, hunden.
Cuando están las perdices más roncas y acopladas,
y el azul amoroso de las fuerzas expansivas,
un hombre hace memoria de la luz, de la tierra,
húmedamente negro.
Se da contra las piedras la libertad, el día,
el paso galopante de un hombre, la cabeza,
la boca con espuma, con decisión de espuma,
la libertad, un hombre.
Un hombre que cosecha y arroja todo el viento
desde su corazón donde crece un plumaje:
un hombre que es el mismo dentro de cada frío,
de cada calabozo.
Un hombre que ha soñado con las aguas del mar,
y destroza sus alas como un rayo amarrado,
y estremece las rejas, y se clava los dientes
en los dientes del trueno.
II
Aquí no se pelea por un buey desmayado,
sino por un caballo que ve pudrir sus crines,
y siente sus galopes debajo de los cascos
pudrirse airadamente.
Limpiad el salivazo que lleva en la mejilla,
y desencadenad el corazón del mundo,
y detened las fauces de las voraces cárceles
donde el sol retrocede.
La libertad se pudre desplumada en la lengua
de quienes son sus siervos más que sus poseedores.
Romped esas cadenas, y las otras que escucho
detrás de esos esclavos.
Esos que sólo buscan abandonar su cárcel,
su rincón, su cadena, no la de los demás.
Y en cuanto lo consiguen, descienden pluma a pluma,
en mohecen, se arrastran.
Son los encadenados por siempre desde siempre.
Ser libre es una cosa que sólo un hombre sabe:
sólo el hombre que advierto dentro de esa mazmorra
como si yo estuviera.
Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero.
Ata duro a ese hombre: no le atarás el alma.
Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:
no le atarás el alma.
Cadenas, sí: cadenas de sangre necesita.
Hierros venenosos, cálidos, sanguíneos eslabones,
nudos que no rechacen a los nudos siguientes
humanamente atados.
Un hombre aguarda dentro de un pozo sin remedio,
tenso, conmocionado, con la oreja aplicada.
Porque un pueblo ha gritado ¡libertad!, vuela el cielo.
Y las cárceles vuelan.
Mañana volveremos a pensar. Hoy nos toca gritar.
Pues sí, yo también uno mi grito al de este blog….
Sí, Guiller. Terrible. Subscribo al 100% tu post. No se puede mirar a otro lado. Difícil decir algo. Pero gritar sí, al menos gritar fuerte desde todos los ámbitos y también los blogs …
¿Que tienen en la cabeza?
¿Por qué no hemos conseguido cerrar esa vía de dolor?
Su familía, la de Uría, las otras…
Gritar alto y claro. Aunque a veces pienso si no estaremos cayendo en su trampa al hacer publicidad gratuita…