Este universo de las redes sociales que venimos habitando está tan saturado por la indignación de estos últimos días, que uno no puede evitar pensar en ello un ratillo. Voy siguiendo con interés la movilización, y también las lecturas que hacen unos y otros. Me ha gustado, como suele ocurrir, la lectura del artesano, me ha parecido equilibrada: a los que llevan años en esta pelea les concedo un plus de credibilidad, creo que lo tienen bien ganado.
Es pronto para saber qué está ocurriendo, me parece. Cuando queremos sacar conclusiones muy rápido sobre cosas que ocurren, generalmente sacamos las cosas que teníamos ya dentro de la cabeza.
Así que avisados estáis: lo que viene después es lo que acampa básicamente dentro de mi cabeza, y no en la Plaza del Arriaga o en la Puerta del Sol. Esa es otra historia que veremos desplegarse ante nuestros ojos, y probablemente nos sorprenda (ojalá lo haga).
Acampada en mi cabeza habita la idea de que necesitamos un Renacimiento, que estamos asistiendo al final de un sistema económico y social que hace mil años tomó con eficacia el relevo al sistema feudal (que había venido a durar otros mil años). La crisis financiera que todavía no nos abandona, va envuelta en una crisis más profunda de un modelo de crecimiento insostenible, y dentro de otra todavía más profunda de valores, menos sostenibles todavía. Demasiadas crisis para pensar que de esto nos recuperamos en 2015…
Este sistema caerá, está cayendo, y nuestras hijas e hijos, nietas y nietos, construirán uno distinto, mejor, que nos acompañará por otros mil años, al menos. Está pasando ahora, ocurre ante nuestros ojos: Tierra, Trabajo y Capital no nos sirven ya para explicar las dinámicas de esta nueva sociedad, y la Economía del Conocimiento necesita construirse un espacio a su medida: no se puede verter el vino nuevo en odres viejos.
Así que no puedo evitar ver el paralelismo de este movimiento de indignados con las primeras revoluciones burguesas y de artesanos (sí, artesanos ¿curioso, verdad?) que construyeron las ciudades que plantaron cara al sistema feudal. «Stadtluft macht frei» es la expresión alemana que quedó consagrada en aquellos tiempos: «el aire de la ciudad te hará libre«. Frente al mundo medieval de los tres órdenes, basado en una economía agraria y firmemente ligada a la posesión de la tierra, emerge un mundo de ciudades basado en una economía comercial: un sistema en el que las personas eran libres del sistema feudal. De entonces aquí, muchas revoluciones, burguesas, proletarias, todas con el objetivo de mejorar el Sistema, o incluso de cambiarlo radicalmente.
Y muchas mejoras se han ido consiguiendo, pero el Sistema se ha ido también haciendo más fuerte, allí donde es más difícil hacer las revoluciones, dentro de nuestras cabezas. Un mapa mental de resignación ante cosas que nos vamos acostumbrando a que no puedan cambiarse…
Mil años más tarde, es una mezcla del aire de la ciudad y el aire digital que sopla por las nuevos hiperterritorios, la que nos recorre desde el inicio de este Siglo XXI, la que está llenando de un sentimiento de nueva libertad a muchas personas. Bienvenido sea el sentimiento de que podemos cambiar todo, de que podemos construir un nuevo modelo más hecho a la medida de las personas.
Si hace mil años gigantes crearon instituciones como los Parlamentos o las Universidades, ahora nosotros podemos crear nuevas instituciones. Es el momento de cambiar todo y, por supuesto, no se librará el sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación. Hace mil años, unos de los principales y más eficaces aliados de las revoluciones burguesas, fueron los científicos, los pensadores, los artistas, los escritores… La palabra Renacimiento nos trae a la cabeza la ciudad de Florencia, desde el precursor Dante, pasando por el esplendor de los Medici, con Leonardo, Miguel Angel… o el más tardío pero no menos revolucionario Galileo.
Sólo nos hace falta encontrar la nueva Florencia, los nuevos Medici, los nuevos Leonardo, los nuevos Galileo… Acabarán por aparecer, seguro, ya sabéis mi teoria sobre las estrellas que necesitamos encontrar, siempre acaban apareciendo.
Hubo quien soñó que la nueva Florencia, el nuevo Renacimiento lo construiríamos aquí, en nuestra tierra, y que seríamos capaces de sorprender a Europa. De todas partes vendrían para conocer a una sociedad con el arrojo de querer cambiarlo todo, de inventarse de nuevo, de dar nuevos frutos de las mismas raíces, de reinventar la ciencia, la tecnología y la innovación… Dijimos que podríamos hacerlo, ¿te acuerdas?
Ya hemos descubierto que transformar un sistema es una cosa bastante complicada (más si lo intentas desde dentro del sistema…) y nada agradecida (ya lo dejo escrito el también florentino Maquiavelo). Y siempre nos acompaña el riesgo de caer en la tentación de pensar que, después de todo, el sistema no está tan mal…
Por eso la llegada de nuevas revoluciones y nuevos revolucionarios, que además han decidido que el sistema no les vale ni para empezar, siempre se agradece: necesitamos muchas personas buscando nuevas estrellas. También hay revoluciones antiguas que deben mantenerse: a Dante fue Virgilio quien le sacó del Infierno, y el Renacimiento encontró gran parte de su luz en los clásicos.
Bueno, salgo ya de mi cabeza y vuelvo a la realidad. El año que viene volveremos a tener derby. Como le cuenta Morfeo a Nihobe: «Por fortuna, algunas cosas nunca cambian. Otras, en cambio, sí que cambian» ; )
Totalmente de acuerdo contigo, Guillermo, en celebrar y dar la bienvenida a los vientos de libertad y sobre todo a ese sentimiento de que todavia podemos cambiar muchas cosas, si nos los proponemos. Yo, como muchos, también caigo en la tentación de analizar este fenómeno del 15-M, de buscarle causas y explicaciones, de buscarle consecuencias, de buscarle una cierta lógica social o política… Pero sin renunciar al análisis racional, me quedo con estos días de vuelta a las raíces y a la ilusión, de conceder a la imaginación un poder sin límites. Creo que es una forma de cargar las pilas y a partir de mañana mismo, seguir luchando por cambiar nuestro sistema, al menos un poquito, entre todos y en beneficio de todos.
Un abrazo,
Carlos
Este cambio, como casi todos los cambios de verdad, nacerán de la pasión. De la pasión por los más débiles, de la pasión por alterar la lógica actual de las cosas, o sea, su racionalidad. Una racionalidad aberrante como la que permite hablar de brotes verdes, o de crecimiento, o de I+D+i, teniendo un 40% de jóvenes parados.
O teniendo una gran mayoría de directivos y empresarios abocados a estropear el sentido de sus vidas.
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